Hoy se cumplen 97 años

El 23 de abril de 1925 comenzaba la aventura que se transformaría en la proeza ecuestre (para jinete y montado) más importante del siglo. Dos caballos criollos: Mancha Cardal y Gato Cardal, montados por el profesor suizo Aimé Felix Tschiffely, partieron de la Sociedad Rural de Palermo bajo una fuerte y torrencial lluvia.

El equipaje era mínimo: recados tradicionales, cueros de oveja para utilizar como cama a la noche, una Smith Wesson 45, una carabina de repetición calibre 12, mapas, brújula, barómetro, un poncho liviano, un mosquitero, un sombrero de alas anchas, pasaporte, una provisión de monedas de plata…

Tres años y cinco meses después llegaban a Nueva York, luego de atravesar el continente americano conquistando el record mundial de distancia 21.500 kilómetros y de altura , 5.900 metros sobre el nivel del mar, en el paso de “El Cóndor” entre Potosí y Chaliapata (Bolivia) . Recorrían un promedio de 42,6 kilómetros diarios. Debieron cruzar a nado con sus caballos, ríos desbordados, peligrosos puentes colgantes y hasta pasar por regiones pobladas por bandoleros. Contactaron aborígenes, sin contar toda clase de alimañas. Soportaron temperaturas de 18º bajo cero, calores bochornosos de hasta 52º grados a la sombra!

El 20 de setiembre de 1928 cruzaban la Isla de Manhatan y entraban desfilando por la Quinta Avenida a Nueva York (el tráfico había sido detenido en su honor). Los criollos llevaban bajo sus cascos el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta. Casi 4.300 leguas! Aimé en su pecho llevaba un moño celeste y blanco. Su nombre existe en el lenguaje de los indios Tehuelches, significa –lo deseado-. Nada es obra de la casualidad, me decía mi padre. Predestinación? Destinación? El suizo Tschiffelly cumplió con su deseo y como lo indica su nombre! Recorrió toda América a caballo y probó lo que había querido demostrar: la rudeza del caballo criollo.

Ya en Nueva York, los caballos fueron expuestos en la Exposición Internacional de Caballos realizada en el Madison Square Garden, allí el general W.Crosby, Inspector General de Caballería en los Estados Unidos de Norte América, aseguró que no había en todo el ejército norteamericano un caballo capaz de repetir la hazaña.

Los Caballos: El doctor Emilio Solanet (creador de la raza criolla) trajo un lote de ellos desde la Patagonia, en el año 1911 entre padrillos, yeguas y potrillos adquiridos al jefe de la tribu tehuelche Liempichún. Llegaron a Ayacucho habiendo recorrido 600 leguas! Vaya apronte!

Tenían 15 y 16 años y eran poco amigables. Mancha era overo colorado, arisco y desconfiado. No permitía que nadie lo montara, excepto Aimé. Gato, de pelaje gateado, manso, compañero. Nunca tuvo necesidad de atarlos. Al despertar, siempre estaban verdeando cerca de su jinete. Al verlo le “relinchaban” (Máxima aspiración del jinete) -Ser reconocido por su “pingo”-.

Eran “caballos” como dice nuestro paisano, por no decir “castrados” y Solanet consideró que la empresa, con caballos “nuevos” no tendría éxito. No se equivocó. Animales rudos, resistentes, mantenidos. Innumerables buenas condiciones reúne la raza y ellos eran dignos representantes.

Mancha y Gato murieron en 1947 y 1944. Fueron enterrados en la Estancia “El Cardal” de la familia Solanet en Ayacucho. Tschiffely falleció en 1954. Enterrado en la Recoleta esperaba por su último viaje. Una carta escrita por la viuda del suizo, Violeta Hume, encontrada por casualidad en la Estancia El Cardal expresaba el “deseo”. Una vez más el “númen” o nombre de Aimé (-el deseo- en tehuelche) de que fuera enterrado con sus montados. La Asociación de Criadores de Caballos Criollos y la familia Solanet cumplieron con él. Sus restos fueron trasladados desde el tren y hasta El Cardal a “lomo de caballo” y allí descansan desde el año 1998.

A raíz de esta hazaña ecuestre, la Ley 25.125 promulgada en agosto de 1999, estableció el 20 de setiembre (fecha de la llegada a Nueva York) como Día Nacional del Caballo para celebrar la presencia y relevancia con que éste acompañó a la organización histórica, económica y deportiva de la Republica Argentina.

Tarjeta original que don Emilio Solanet entregaba a sus amigos.

Luis Augusto Raffo

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