“Porque tanto amó Dios al mundo” (Jn 3, 16).

Hubo un momento en el cuál los cristianos se preguntaron acerca de lo que estaban viviendo. Ese momento fue en los primeros siglos. Los cristianos primitivos se trasmitían de modo oral los hechos de los que habían sido testigos. La muerte y la resurrección de Jesús. Esto significó preguntarse el “por qué” de tales hechos. ¿Por qué Dios padeció? Y la respuesta fue, ¡por nuestros pecados! Nació así lo que se llama la Fe pascual, donde se unieron los hechos vividos y la fe que comenzaron a profesar. Historia y fe formaron un único misterio.

Sin llegar a tocar de fondo la pregunta más profunda que iban a plantearse, volvieron de una manera distinta; ¿por qué murió por nuestros pecados? A lo que inmediatamente respondieron ¡porque nos amaba! Algunos textos lo dicen mejor: “Nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2) “me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20) “Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5,25) La respuesta que los cristianos descubrieron al porqué de la pasión de Cristo es verdaderamente definitiva y no admite otras preguntas ¡Nos ha amado porque nos ha amado, y basta! El amor de Dios no tiene un “porqué”, es gratuito. Es el único amor que no pide nada a cambio, porque no lo necesita, porque lo quiere compartir. Solamente por eso, porque “el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó… Él nos amó primero (1 Jn 4, 10.19).

Jesús ha sufrido y ha muerto libremente por amor. No por azar, no por necesidad, no por oscuras fuerzas o razones de la historia que lo han superado sin que Él lo pudiera evitar. Toda la Biblia anuncia esto, que Dios entregó la vida de su Hijo Jesucristo por amor a los hombres. Esta es la mayor novedad del evangelio. Nada hay que el hombre haga para que Dios lo ame. Ya Él nos ha amado primero.

Muchas veces escuchamos o vemos por la televisión a muchos que hablan de Dios. De un dios que hay que amar, que hay que obrar

de tal manera para que ese dios te conceda eso que urgentemente necesitas. Pero nunca hablan de un Dios que ama y que Él ama primero. De un Dios que ya no habló más por profetas, sino que nos habló directamente por medio del “Amor” hecho hombre. Jesús “es” el amor de Dios. ¡Porque Dios es amor, y Jesús es Dios!

Por medio de Jesús, Dios no nos habla de lejos, por medio de otros; nos habla de cerca y nos habla en persona. Nos habla desde dentro de nuestra condición humana, después de haber probado hasta el fondo el sufrimiento ¡Porque Jesús es también hombre!

Para poder acercarnos a descubrir el amor que Dios nos tiene, nos basta celebrar esta cuaresma y ver cuanto ha sufrido. La muerte de Jesús en su corazón es anterior a la muerte física. El abandono, la soledad, la incomprensión y la traición son las experiencias que padeció antes de sufrir la tragedia de la muerte.

Desde celebrar este tiempo santo y esta pequeña reflexión, podremos acercarnos a la cruz del Señor, para descubrir su amor. Amor que nos aleja del miedo, amor que nos hace sentir su mirada tierna y no la mirada que condena. El miedo paraliza, quita la alegría y produce desesperación. El amor distiende, genera confianza y da esperanza. Desde la cruz jesús me dice y demuestra lo tanto que me ama. Si, Él vivió eso para poder entender que es lo que te toca sufrir hoy a vos. No hay nada que Él no pueda entender y que a vos ten pasa. Lo vivió todo y nos dio una respuesta; el amor es más fuerte. Más fuerte que la traición, más fuerte que la soledad, más fuerte inclusive que la muerte. Porque caminamos hacia la pascua y la pascua significa exactamente eso…

¡Hasta el viernes que viene!

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