Adiós, Remedios
Adiós, Remedios

El marido devenido en viudo entró a la ciudad de Buenos Aires el jueves 4 de diciembre de 1823. Venía de Mendoza, donde alguna vez soñó en radicarse en su chacra de Barriales.

Habían pasado 11 años desde que José de San Martín había conocido a la mujer que se había convertido en su esposa y que había llegado irremediablemente tarde a despedirla. Ahora, perseguía el único propósito de buscar a su pequeña hija, que para la criatura era casi un desconocido, y partir a Europa.

Cuando José de San Martín llegó a Buenos Aires en marzo de 1812, fue presentado a la sociedad porteña, gracias a las vinculaciones de Carlos María de Alvear y su esposa Carmen Quintanilla. Al recién nombrado teniente coronel, le dieron el encargo de la formación de un regimiento de caballería.

Una noche fue invitado a una reunión en la casa de Mariquita Sánchez, cuyas tertulias eran de las más celebradas en la ciudad. Allí conoció a la jovencita Remedios, hija de Antonio de Escalada y Tomasa de la Quintana. Tenía 14 años.

Remedios había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 20 de noviembre de 1797.

Antonio Escalada vivía sobre la calle de la Catedral, en una casa de altos con balcón y terraza. Antonio era viudo con dos hijos: Bernabé y María Eugenia; se había casado en segunda nupcias y tuvo dos varones Manuel y Mariano y dos mujeres, Remedios y María Nieves.

Remedios se deslumbró por San Martín, a tal punto que rompió el compromiso con Gervasio Dorna quien, entristecido, se enroló en el ejército de Manuel Belgrano. Moriría en la batalla de Vilcapugio, el 1 de octubre de 1813.

Cuando comenzaron a noviar, la mamá de Remedios no lo quería a San Martín. “Soldadote”, “plebeyo”, le decía. No le dirigía la palabra.

Los casó el cura Luis María de Chorroarín. Hubo fiesta en la casa de los Escalada, donde la pareja vivió. La noche de bodas fue en una quinta de San Isidro, que pertenecía a su hermana María Eugenia y su marido José María.

Cuando viajó a hacerse cargo del Ejército del Norte, Remedios le escribía manteniéndolo al tanto de las alternativas políticas de Buenos Aires.

Cuando fue gobernador de Cuyo, lo acompañó a Mendoza. En esa ciudad, nacería su única hija, Mercedes Tomasa, el 24 de agosto de 1816 y su padrino de bautismo sería José Alvarez Condarco. Por las tardes, se los veía pasear por la alameda.

En la formación del Ejército de los Andes, San Martín buscó fondos por todos los medios. Fue su esposa Remedios la que convenció a las damas mendocinas de donar joyas para. En la cena de Navidad de 1816, San Martín propuso a las mujeres confeccionar una bandera para su ejército. Las perlas del collar de Remedios fueron a adornar la bandera de los Andes, confeccionada y cosida por aquellas mujeres.

Remedios tenía 21 años cuando le diagnosticaron tisis. Por todos los medios, los allegados trataban de animarla, mientras su esposo cruzaba la cordillera y liberaba Chile. Nieves Spano, la esposa de Tomás Guido, la llevaba a reuniones y comidas para que se recuperase.

En abril de 1819 Remedios y su hija volvieron a Buenos Aires. En otro carruaje llevaban un féretro, en caso que pasase lo peor. “Aquí me tiene usted hecho un viudo”, se lamentó San Martín con O’Higgins.

Cuando en 1823 regresó de Perú, San Martín permaneció en Mendoza, a pesar de que Remedios le había escrito contándole que estaba grave; pero en la ciudad circulaba un rumor de que San Martín encabezaría un movimiento para derrocar a Martín Rodríguez y a su todopoderoso ministro Rivadavia. Le advirtieron que podría ser detenido, y entonces se quedó en la provincia.

En julio, recibió noticias de que su esposa estaba muy mal. Cuando falleció, quiso viajar, pero su amigo Tomás Guido le aconsejó que no lo hiciese enseguida, ya que los Escalada estaban resentidos por no haber concurrido a tiempo.
Curiosidades del destino: partió de Mendoza el 20 de noviembre, cumpleaños de su esposa. Estanislao López ofreció darle una escolta hasta la ciudad, pero San Martín se negó.

En Buenos aires se hospedó en la fonda de Los tres Reyes, porque los Escalada estaban en una quinta en las afueras. Su suegro había fallecido dos años antes. Los hermanos Manuel y Mariano se habían ido del hogar en 1816 y no regresaron más.

“Qué verdad la que usted dice, de que sabe cómo se encuentran mujeres en abundancia, pero muy difícil hallar una amiga”, le escribió a un amigo.

Fue a buscar a su hija Mercedes, que en la familia le decían “Chiche”. La suegra no quería saber nada con entregársela. Además la criatura, malcriada por la familia, no lo reconocía. San Martín diría que “cada día me felicito más y más de mi determinación de haberla conducido a Europa y arrancado del lado de doña Tomasa; esta amable señora con el excesivo cariño que le tenía me la había resabiado, como dicen en el campo”.

Encargó una lápida para la tumba de su esposa: ”Aquí descansa Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín”.

Finalmente, el 10 de febrero 1824 partió a Europa junto a su hija. Y otra historia comenzaría.