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Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964 – Los Ángeles, 2020)

El viernes 19 falleció el escritor y guionista español, Carlos Ruiz Zafón, uno de los autores contemporáneos más conocidos de España. Su novela La sombra del viento es uno de los libros más destacados, con más de 12 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

Nacido en Barcelona, estudió en el colegio de los jesuitas de San Ignacio de Sarriá, se matriculó en Ciencias de la Información y empezó en el mundo de la publicidad, llegando a ser director creativo. Sin embargo, en 1992 decidió centrarse en escribir. Tras el éxito de su primera novela El príncipe de la niebla, emigró a Estados Unidos donde escribió guiones, mientras continuaba publicando libros.

Las primeras obras de Zafón se enmarcarían dentro del género juvenil, con grandes dosis de fantasía. Corresponden a esta época obras como El príncipe de la niebla (1993), El palacio de la medianoche (1994), Las luces de septiembre (1995) o Marina (1999).

En 2001 salió a la venta La sombra del viento, novela que ha sido traducida a cuarenta y cinco idiomas y convertida en un éxito de ventas en los principales mercados editoriales del mundo. En 2008 publicaría una continuación, El juego del ángel, que logró batir un récord, al obtener una tirada inicial de más de un millón de ejemplares. Le siguen sus continuaciones El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016). Estos cuatro libros componen la tetralogía El cementerio de los libros olvidados.

Entre otros premios, Carlos Ruiz Zafón obtuvo galardones como el Premio Edebé, el Fernando Lara de Novela, el concedido a Mejor Libro Extranjero en Francia, el Barry Award o el Nielsen, entre otros muchos reconocimientos.

Se transcribe a continuación un fragmento de las páginas iniciales del capítulo El cementerio de los libros olvidados de la novela La sombra del viento:

…”—Daniel, lo que vas a ver ahora no se lo puedes contar a nadie. Ni a tu amigo Tomás. A nadie.

Un hombrecillo con rasgos de ave rapaz y cabellera plateada nos abrió la puerta. Su mirada aguileña se posó en mí, impenetrable.

—Buenos días, Isaac. Este es mi hijo Daniel—anunció mi padre—. Pronto cumplirá once años, y algún día él se hará cargo de la tienda. Ya tiene edad de conocer este lugar.

El tal Isaac nos invitó a pasar con un leve asentimiento. Una penumbra azulada lo cubría todo, insinuando apenas trazos de una escalinata de mármol y una galería de frescos poblados con figuras de ángeles y criaturas fabulosas. Seguimos al guardián a través de aquel corredor palaciego y llegamos a una gran sala circular donde una auténtica basílica de tinieblas yacía bajo una cúpula acuchillada por haces de luz que pendían desde lo alto. Un laberinto de corredores y estanterías repletas de libros ascendía desde la base hasta la cúspide, dibujando una colmena tramada de túneles, escalinatas, plataformas y túneles que dejaban adivinar una gigantesca biblioteca de geometría imposible. Miré a mi padre, boquiabierto. Él me sonrió, guiñándome el ojo.

—Daniel, bienvenido al Cementerio de los Libros Olvidados.

Salpicando los pasillos y las plataformas de la biblioteca se perfilaban una docena de figuras. Algunas de ellas se volvieron a saludar desde lejos, y reconocí los rostros de diversos colegas de mi padre en el gremio de libreros de viejo. A mis ojos de diez años, aquellos individuos aparecían como una cofradía secreta de alquimistas conspirando a espaldas del mundo. Mi padre se arrodilló junto a mí y, sosteniéndome la mirada, me habló con esa voz leve de las promesas y las confidencias.

—Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuando existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí”…

Fuentes: Lecturalia.

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