– Por el Dr. Rodrigo Bentaberry –
La adopción de una estrategia de seguridad pública es una necesidad imperante en la Provincia de Buenos Aires, ahora bien, dicha modernización debe tener un esquema de proyección que nos permita vislumbrar cuales son las necesidades, no tan solo de la ciudadanía, que sin lugar a dudas son las que deben tener principal énfasis; sino que también, lo serán las de la propia institución policial. Podríamos considerar que a lo largo de los últimos 40 años el esquema cultural en el cual se ha desenvuelto la policía bonaerense ha sido prácticamente el mismo y que pese a las diferentes gestiones que han encarado algún tipo de modernización, la mayoría de ellas han quedado truncas.
El mayor esfuerzo desde los albores del periodo democrático hasta la fecha, ha sido en mayor o menor intensidad política, combatir los nidos de corrupción que han alimentado y aun alimentan sectores de la policía, es decir, que existe en todo el arco político y de consenso social, que la primer característica de una policía moderna debe ser sin lugar a dudas la aspiración moral de la falta de corrupción, cuestión esta en la que no existe ningún tipo de disenso. Pero la pregunta seria, ¿el dilema policial solo se resuelve con una policía no corrupta? Claramente no. Es necesario tener una estrategia de crecimiento planificada en el tiempo que nos permita proyectar, decidir y gestionar un correcto rol policial acorde a las necesidades de la seguridad publica ciudadana bonaerense. La primera táctica de abordaje para la obtención de una estrategia, será precisamente saber cómo formaremos al agente de seguridad que compondrá ese inmenso universo de individualidades cuyo producto es la institución policial. Es aquí donde creo surge el segundo gran consenso político y social sobre la policía, que es ni más ni menos su profesionalización; para llegar a ello necesitaremos los medios que nutran ese horizonte, ello implica uno o varios centros universitarios de formación, donde el personal policial no solo aprenda la práctica de su profesión, sino que además adquiera los elementos técnicos que requiere un esquema de seguridad publica ciudadana. El tercer consenso implica que una vez formado un policía profesional el mismo debe contar con los medios adecuados para ejercer su actividad, la modernización policial viene también de la mano de una policía que no mendigue los recursos con los cuales debe ser dotado para desempeñar cabalmente su vocación, ello requiere un doble contralor de los mecanismos anticorrupción, puesto que no solamente la institución policial debe adecuarse a una correcta y pulcra administración de los recursos públicos, sino que aquellos que tienen la transitoria tarea de estar a cargo de la fijación presupuestaria deberán abocarse a que cada centavo que se destine para la implementación de equipamiento llegue al lugar indicado.
El cuarto elemento está compuesto por las necesidades que hoy requieren los desafíos de la seguridad pública, que son aquellas que nos insertaran en el verdadero esquema de modernización policial, como lo son fundamentalmente el análisis estadístico de la criminalidad, la incorporación de nuevas tecnologías al servicio de la seguridad y la creación del mismo o del propio plan estratégico de seguridad bonaerense, lo que requiere un amplio acuerdo político que genere nada más ni nada menos que una política de estado.
En estos tiempos donde la cultura de lo inmediato parece ganarnos, el desafío de la modernización de la fuerza policial será sin lugar a dudas uno de los mayores esfuerzos que la próxima década nos depare, también implica una necesidad ciudadana y la gran llave de la política del futuro; si la nuevas generaciones de dirigentes no entienden que el problema de la seguridad debe ser abordado como política de estado, pasaran a la historia sin haber comprendido cabalmente lo que la hora de los tiempos les demanda.
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