La Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, acerca a toda la comunidad el mensaje pronunciado por el P. Maximiliano Turri, referido a la fecha patria en el Te Deum del “25 de Mayo”.
Darle gracias a Dios por la gesta de Mayo y elevar nuestras oraciones al Señor de la historia, hace que nos unamos a nuestros antepasados y asumamos el rol que nos exige éste presente.
Es el entramado de la historia el que nos enseña mirando a los que nos precedieron. Y son sus pasos los que pretendemos reconocer para asumirlos en los aciertos y corregirlos en sus yerros. Solo así habremos de aprender de una vez de los hechos distantes y cercanos a nosotros. Para asimilar la enseñanza de los que nos precedieron y ser capaces de mostrar nuevos rumbos a los que nos sucederán y nos están mirando. Si, en medio de nosotros ya están los futuros dirigentes y los futuros responsables de construir el mañana.
Tarea de construir que nos exige ya desde ahora realizar esta obra.
No podemos postergar más la urgencia de buscar caminos de solución.
Los niños que nos están mirando nos preguntan: ¿Qué estamos haciendo? Y ahí habremos de responder cada uno de qué manera aportamos a este presente y de qué manera habremos de buscar soluciones a los desafíos que hoy tenemos. Cada uno tiene que sentir el peso de responderse esta pregunta. Para que, dentro de veinte años ninguno de ellos nos reproche que no hicimos lo necesario. Que dejamos pasar la oportunidad y que no fuimos capaces de cambiar la historia.
Propongo tres puntos para sentirnos protagonistas y transformadores de éste presente:
Primero
Tenemos la oportunidad de trabajar por la paz. Paz que se construye con la defensa de la vida humana. Necesitamos ser defensores del derecho humano fundamental. Donde emanan todos los demás derechos humanos. El valor de la vida en todas las etapas de su gestación, desarrollo y final natural. No hay distinción de vidas o vidas de primera o de segunda. No hay vidas que valgan más o que valgan menos.
La vida humana tiene una dignidad que le viene dada por la sola condición de su existencia. No hay nada ni nadie que le agregue valor a esa condición. Declarar que vale toda vida es afirmar que ni el género, ni la edad, ni la condición social, ni la historia ni mucho menos la ideología o la religión, son excusas para recluir o eliminar.
Y que ninguna sociedad puede imponerse por encima de este derecho fundamental. La historia de la humanidad nos ha mostrado lo que ha sido capaz de generar cuando la ideología ha prevalecido por encima del derecho humano a vivir.
Necesitamos trabajar por la paz. Sanando el odio, el deseo posesivo del poder y el afán descontrolado de la riqueza. Todos estos elementos producen injusticia, furia y guerra. Las sociedades que se construyen sobre estos anti valores generan desigualdad y provocan violencia. Cuando pocos acceden a mucho y muchos apenas acceden a lo fundamental.
Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de contribuir a la paz dando la ocasión de que nadie quede afuera, descartado o se sienta invisible.
Necesitamos trabajar por la paz.
Segundo
Necesitamos trabajar por el bien común. Somos seres humanos que convivimos en sociedad. En comunidad. En una lógica de responsabilidad común. Que prevalece por encima de las individualidades. Ese entramado de relaciones que se tejen, nos conforma en una suerte común. Nadie puede estar mejor si a su lado otro la está pasando de mal a peor.
Las sociedades modernas tenemos el inmenso desafío de que los muros no nos separen. Encerarnos en la falsa seguridad humana no nos hace capaces de salir de la inseguridad o de la desconfianza.
“Necesitamos tender puentes en vez de levantar muros”, podemos repetir en las palabras del Papa Francisco.
Necesitamos trabajar por el bien común. Donde nadie quede excluido. En especial los que menos tienen. Los que menos pueden. Y los que menos valen.
Repito. Nadie puede estar mejor –por más progreso legítimo que alcance- si su entorno no está en mejores condiciones de vida. Eso nos hace a todos responsables de la suerte común. No podemos seguir pensando en el bienestar individualista del “sálvese quien pueda”.
Tercero
Ante semejantes desafíos no nos dejemos vencer por el mal. Invoquemos a Dios, fuente de toda razón y justicia, confiando nos asista en la tarea que a cada uno le ha sido confiada. Él tiene la capacidad de sacar lo mejor de cada uno y lograr que podamos superar cualquier contratiempo que la vida nos imponga.
Asumiendo con responsabilidad el presente. Y sabiendo que de esta manera cada uno está dando testimonio de haberse hecho cargo de la construcción del hoy trabajando por la paz y el bien común.
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.
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