CAMINO DE PASCUA Nº 2-
Columna del P. Maxi Turri.
-Primera parte-
Lo que hace la diferencia de estar con otro es la posibilidad del encuentro. Todos tenemos la experiencia de encontrarnos con un amigo, con la persona que amamos. Nadie puede vivir sin tener la experiencia al menos diaria de encontrarse con alguien que le regale el momento del encuentro. Todos tenemos la necesidad de que esto suceda. De hecho, esto es lo que extrañamos en el caso de la distancia. O por andar de un lado para el otro y no poder estar siquiera un momento junto a la persona que queremos (sea el esposo, los hijos, los amigos). Todo tipo de encuentro se da en un determinado ámbito: lugar (nos vemos en el café…), día (no veo la hora de viajar para verlo…), circunstancias (ya que tenemos que arreglar tal tema, ¿por qué no nos juntamos?…) y en un clima (festivo o doloroso).
Todo hace al encuentro (lugar, tiempo, ocasión) pero la posibilidad real de encontrarse va más allá de estas cosas. El encuentro es lo que “sucede” entre nosotros.
Dios es el que siempre ha querido encontrase con nosotros. Es así que Dios ha salido a nuestro encuentro de varios modos: primero en Jesucristo; donde se da por excelencia este encuentro entre Dios y el hombre. Él es realmente quién ha vivido en esta doble naturaleza (una Divina y la otra humana) vive siendo hombre y vive, sobretodo, porque es Dios. Aunque esto es parte del misterio, no podemos dejar de pensarlo, para eso Dios nos habló así.
Además podemos afirmar que sale a nuestro encuentro en los Sacramentos; donde por medio de un signo se realiza el encuentro entre Dios y el hombre (agua, pan, aceite, alianzas, imposición de manos, etc). Todos signos que “nos hablan”, que tienen que ver con nosotros. Aunque este mismo signo no sea este encuentro que hablamos. Estamos buscando juntos “EL” encuentro (con mayúscula). No puedo quedarme en el signo solamente.
Y por tercer lugar, sale a nuestro encuentro en la Palabra, que utiliza el signo de la Biblia como medio. La sola Biblia no basta para enriquecernos, porque debemos saber acercarnos, como en el caso con los amigos. Tener la Biblia en la biblioteca no significa que pueda encontarme con Dios por medio de ella. No basta quedar en un lugar para vernos, sino que hace falta querer estar con el otro.
Entonces por medio de la palabra se crea un espacio de diálogo amigable (entre dos amigos). Libre, sin otro interés que no sea el estar juntos. Y el objetivo es el de crear comunión, intimidad, encuentro. Acá descubrimos otro aspecto no menos importante del encuentro. Que nos viene bien pensar. ¿Hay encuentro si no hay intimidad? Y no me refiero a una intimidad como la del esposo con la esposa. Me refiero a la intimidad que uno tiene con un amigo. Es bueno preguntárselo. Este es el objetivo de la Sagrada Escritura, Ella es “mediación” para el encuentro.
Y si seguimos avanzando vemos que la palabra con la que Dios nos habla no está solamente en la Biblia. ¿Cómo es esto? Sí, hay niveles en los que captamos la revelación de Dios. Qué nos dice, quién es y cuál es su voluntad salvífica. El primero es la creación. Es el lenguaje de Dios. En ella vemos “cuánto amor nos tiene el Padre” (1 Jn 3,1). Aprendemos a “leerlo”, a “descubrirlo” a Él.
El segundo nivel es en los acontecimientos históricos. De esta forma Dios se nos da a conocer. El pueblo de Israel ha captado situaciones en las que Dios obró en su historia (batallas, liberaciones, etc). Así nosotros, también podemos leer hechos de nuestra vida en los que descubrimos que Dios realmente obró. Re-leídos con una mirada de fe. Esos acontecimientos primero fueron trasmitidos “oralmente” y con el tiempo fueron “escritos” que terminaron las comunidades reconociendo como Palabra de Dios. Así es el caso también de la primitiva comunidad cristiana y los textos que nosotros conocemos. Ellos se convirtieron en norma de vida para la comunidad.
El último nivel, pero el más cercano a nosotros, es Jesús. Él es la “Palabra hecha carne” (Jn 1, 14). Él es la plenitud de la revelación de
Dios y la máxima manifestación de su amor “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Por eso toda escritura se lee desde Jesucristo.
Acercarnos a Su Palabra en este tiempo de Pascua sería un muy buen momento. En la Palabra, leída, rezada, meditada y comprendida dentro de la iglesia Católica con la asistencia del Espíritu Santo, se nos asegura la Voz de Dios que nos habla hoy. Toda palabra de Dios, para ser como tal, debe ser comprendida y leída en un marco eclesial, o sea, dentro de la iglesia. Este es uno de las características de los católicos.
Estimado lector, ojala puedas acercarte a su palabra, que quiere ser un momento de encuentro con Él. Que quiere hablarte al corazón para repetir como el salmista: “Tu Palabra es una luz en mi camino” (Sal 119, 105). No te dejes cubrir por la oscuridad que te hace perder la esperanza. Buscá la luz que nos viene por medio de su Palabra.
¡Hasta la semana que viene!
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